El Papa Francisco calificó como una “vergüenza” las propuestas de deportaciones masivas que Donald Trump ha prometido implementar si asume nuevamente la presidencia de Estados Unidos. En una reciente intervención en el programa italiano Che Tempo Che Fa, el pontífice expresó su profunda preocupación por las políticas migratorias del líder estadounidense, advirtiendo que estas afectarán principalmente a los más vulnerables: los migrantes. Francisco, quien tiene una larga trayectoria de defensa de los derechos de los inmigrantes, señaló que los más necesitados serían los que pagarían el precio de estas decisiones.

El Papa reiteró que la solución a los problemas migratorios no está en cerrar las fronteras, sino en acoger, proteger e integrar a los migrantes. Crecido en Argentina en una familia de inmigrantes italianos, Francisco subrayó que no se debe hacer de los migrantes chivos expiatorios de las crisis nacionales. Además, el pontífice recordó que la dignidad humana debe prevalecer por encima de cualquier consideración política o de seguridad nacional.

Este comentario del Papa Francisco llega casi diez años después de que el líder religioso calificara como “no cristiana” la propuesta de Trump de construir un muro en la frontera entre México y Estados Unidos. El pontífice ha sido un firme defensor de los derechos humanos y ha reiterado en varias ocasiones la necesidad de políticas más inclusivas hacia los inmigrantes. En ese sentido, su crítica a las políticas de Trump se alinea con su postura a favor de la solidaridad y la justicia social.

A las palabras del Papa se unieron varios obispos de Estados Unidos, quienes también han expresado su rechazo a las políticas migratorias del expresidente. El cardenal Robert McElroy, nuevo arzobispo de Washington D.C., calificó las propuestas de Trump como “incompatibles con la doctrina católica” y destacó la importancia de acoger al extranjero, un mandato bíblico. De manera similar, el cardenal Blasé Cupich de Chicago calificó las deportaciones masivas como “profundamente perturbadoras”, recordando que los gobiernos tienen la responsabilidad de proteger sus fronteras sin comprometer la dignidad de las personas.

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